Castigar sin envilecer
En las relaciones humanas siempre habra roces, pleitos y disputas en las que a veces es difícil ponernos de acuerdo acerca de quien tiene la razón, para resolver eso se requiere se requiere un tercero que actúe como mediador y que le de cause de resolución al conflicto. Dios previo esto y en su pueblo se establecieron jueces y tribunales.
Pero en el proceso de impartir justicia Podría ser que se cargue la mano sobre el culpable, por eso Dios limitó esa impartición de justicia. Veamos:
Deuteronomio 25:1-3 Si hubiere pleito entre algunos, y acudieren al tribunal para que los jueces los juzguen, estos absolverán al justo, y condenarán al culpable. Y si el delincuente mereciere ser azotado, entonces el juez le hará echar en tierra, y le hará azotar en su presencia; según su delito será el número de azotes. Se podrá dar cuarenta azotes, no más; no sea que, si lo hirieren con muchos azotes más que estos, se sienta tu hermano envilecido delante de tus ojos.
Nuestra naturaleza caída tiende a ensañarse con el castigo, por eso Dios limitó esa capacidad de castigar.
¿Cual es el objetivo de dictar una sentencia? Impartir justicia pagando una pena. Pero impartir justicia jamas debería ser A costa de socavar la dignidad humana. La idea era impartir justicia, no ensañarse de la persona.
Este es un principio que debemos vivir, que debemos transmitir a nuestros hijos y que debemos compartir con otros: castigar sin envilecer. Nunca permitir que nuestros hijos, ni nadie abuse de su autoridad envileciendo a otro ser humano.
En la disputa entre El hombre y Dios, Jesus representando al hombre tomo el castigo hasta ser envilecido para que los seres humanos pudiéramos ser y recuperáramos la dignidad que el pecado nos robó.